jueves, 26 de julio de 2012

PAN: IDENTIDAD PERDIDA

No se puede vivir sin saber quién se es. La identidad es la certeza de los orígenes, es actuar conforme a un marco referencial de valores, es contar con un proyecto de vida definido por un objetivo más o menos claro. A mayor incongruencia entre el pensar y el hacer, más confusión y menor capacidad de sobrevivir. El PAN ha perdido su identidad. El recuerdo de sus creadores, reducido a estatuas venerables; sus valores fundacionales -la búsqueda del Bien Común, la honestidad, integridad y congruencia- guían a pocos panistas, mientras la mayoría quedó atrapada en la esquizofrenia de creerse honestos, al tiempo que se despedazaban entre ellos por el poder y los privilegios económicos que reporta. Empezamos con Jalisco, bastión panista por varias décadas. Desde 1995, tuvieron 18 años el Gobierno estatal, los primeros 12 de ellos encabezaron los principales Municipios del Estado y durante dos trienios fueron mayoría en el Congreso local. Aun así, perdieron la oportunidad de fijar y poner en práctica las bases a corto, mediano y largo plazo para el desarrollo sustentable de todo Jalisco, y de haber combatido con éxito la corrupción. Un claro ejemplo es el desorden urbano y ambiental en que dejaron el Área Metropolitana de Guadalajara. Cero planeación o coordinación entre los Presidentes Municipales, en las cuatro ocasiones en que casi todos eran panistas. Pero sería mezquino decir que todo fue malo. No, hay muchas obras y leyes rescatables e innovadoras que los priistas deben continuar. Pero es lo mínimo que debían hacer y Jalisco es, como todo México, pródigo en riquezas naturales y humanas que, por lo visto, resisten y sobrepasan gobiernos malos o mediocres. A partir de la Administración de Francisco Ramírez Acuña se incluyó, en la estructura del Gobierno y del PAN, a algunos jóvenes dispuestos a hacer el trabajo sucio con tal de escalar puestos que cada vez les daban mayor poder y acceso a manejar el presupuesto público. Los cuervos les crecieron y se adueñaron del partido. Quienes todavía podían revertir la situación, confundieron cobardía con prudencia y guardaron público silencio de lo que en privado reprobaban: las trapacerías de Alfredo Argüelles, del ahora casi seguro senador plurinominal José Ma. Martínez, y de tantos otros, cuyo recuento llevaría varios artículos. Así vivieron su doble moral: pecado de soberbia de quienes se creen buenos, sin reconocer su complicidad en el mal. Pocos se atrevieron a denunciar la situación e impedir que les fueran impuestas cuotas para ser candidatos. Alberto Cárdenas fue uno de ellos: su planilla de regidores para el Municipio de Guadalajara contaba con excelentes mujeres y hombres, gracias a haberse mantenido firme en su decisión de no aceptar ninguna imposición de los grupos de poder que controlan el PAN. El PRI es el gran padre-madre de la política mexicana, por eso el PAN y las izquierdas se le parecen tanto. AMLO encarna la tradición más conservadora y nacionalista del PRI. El PRD y partidos de izquierda que apoyan a Marcelo Ebrard, y ahora a Miguel Mancera, se perfilan como una moderna social democracia mexicana. Y Enrique Alfaro se identifica cada vez más con éstos últimos. El gran problema del PAN nacional y local no es la similitud de sus proyectos económicos con los del PRI de Carlos Salinas, Ernesto Zedillo y con los de Enrique Peña Nieto, sino, que ya en el poder se contagió de las mañas de discrecionalidad para no sancionar públicamente, despidiendo de su empleo o expulsando del partido, a personajes corruptos y/o ineficientes. Sus dirigentes nacionales, entre la tibieza e ingenuidad, no tuvieron la firmeza necesaria para mantener y aplicar los principios marcados por Manuel Gómez Morín y Efraín González Luna, y la mayoría de los gobernantes tampoco tuvieron la claridad y perseverancia para ponerlos en práctica. Si decidiera actuar de esa manera en los pocos espacios que le han quedado, eso marcaría la diferencia del PAN de las prácticas oportunistas, corruptas y sin castigo de los demás partidos políticos. El problema de la falta de identidad es que acaba uno pareciéndose a todos menos a uno mismo y no hay espejo que devuelva una imagen clara, definida. Los resultados del 1 de julio han dejado a los panistas a un paso de diluirse en la nada, por su pérdida de rumbo. Su única salvación es hacer una refundación del partido en donde se reconozcan sus orígenes y valores y que los apliquen con congruencia. Difícil, no imposible. isasepulveda57@gmail.com Twitter:@IsabelSepulveda Julio 06, 2012

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